Mi Talismán
Sentado ante la lumbre. Sobre el viejo sillón de terciopelo verde me incliné y mientras cogía
el atizador mi mente ya estaba, otra vez, lejos de aquí.
-¡Ricardo!...
¡Ricardo!
-
Voy mamá.
-
Anda guarda los malditos cromos de fútbol y acaba la merienda.
- Si
mamá.
Su voz sonaba cada vez más
cerca de mí.
_
Como continúes con esa lentitud oscurecerá y no tendrás tiempo de salir a la
calle con tus canicas.
Me susurró esta vez mi madre mientras sus labios me
inundaban el cuello de besos y me repetía.
-
Eres mi talismán. Mi pequeño. Mi portador de
buena suerte.
-
¡Mamaaaa!. Ya no soy tan pequeño. Y no soy ningún
talismán. Soy una persona.
Mientras yo fruncía el ceño
los labios de mi madre dibujaban esa sonrisa que tanto conocía.
Recogí la bandeja de la
merienda, lo puse todo en el fregadero y…
-
Mama me voy a jugar.
-
Ricardo antes de las ocho en casa. Ya sabes
que a esa hora llega tu padre y no le gusta que estés en la calle.
-
Si mamá.
Mi amigo Luis nos había dado
plantón toda la semana. Su padre, en uno de sus últimos viajes le había traído
unas canicas de mármol que me tenían loco por conseguirlas.
Tal vez, hoy saldría.
Héctor ya estaba en la calle.
Estaba perfeccionando el güa. Su bolsa de canicas era la más grande de los
tres, era con toda seguridad el mejor jugador de todo el colegio.
-
¿Y Luis hoy tampoco viene?...
El crepitar del fuego me
sacó de mis recuerdos. Me hizo volver a la actualidad. Al hoy. Al presente que me desvertebraba el cuerpo. Al áspero
pincel que me pintaba el alma del más negro de los negros.
Quizás hoy, sea
el día más triste de mi vida.
Treinta y cinco años
después, su pequeño. Su portador de buena suerte. Su talismán ,estaba sumergido
en la más dura de las tristezas al tener que hacer realidad su último deseo: hacer
que sus cenizas volasen libres junto a
la brisa del mar Mediterráneo.
Miré la vieja foto mientras lágrimas silenciosas recorrían mis mejillas. “Mi talismán”
escrito con letras grandes en el centro de la tarta y diez velas que lo rodeaban a modo de corona. Mi madre, con sus labios hundidos en mi cuello y yo.