domingo, 28 de abril de 2013

Más que deso.... ( Sònia Llinares)


Después de varias semanas de soledad en el sendero, mi curiosidad estaba mitigada. Apenas me venía a la mente las vistas nocturnas de los meses pasados.
El último viernes del mes de Noviembre, cuando salí al aljibe a por agua para  fregar los cacharros de la cena, volví a ver la liviana luz alejarse por el sendero.
Llamé a Julia. Le pedí por favor que me encubriera, si en casa preguntaban por mí.
Al acercarnos a la diminuta casa de cristales el señorito Camilo apretó el paso, yo intenté seguirle pero tropecé con una raíz que las prisas no me dejaron ver. La luz se paró. Volvió unos pasos hacia atrás. Me mantuve en silencio, inmóvil y rezándole a Dios para que volviera a retomar su camino. Por allá arriba deben de tener esperanzas puestas en mí porque la luz emprendió de nuevo el camino. La música hacia rato que se oía. A medida que me acercaba podía oír también las risas.
Esperé a que entrase a la casa y cerrase la puerta antes de acercarme a los ventanales. No quería que nadie me descubriese.

¡¡Dios bendito!! No podía creer lo que estaban viendo. Mi cerebro no podía asimilar las imágenes que mis ojos le enviaban. Por aquel entonces no estaba preparado.

En el salón había varias mujeres con una apariencia moralmente poco recomendable. Sus cabellos eran tan exageradamente cortos que dejaban al desnudo sus delicadas y estiradas nucas. Sus ojos negros sobrepasaban el exceso, enmarcados en unas casi imperceptibles cejas semicirculares y como contrapunto esos labios… tan rojos. Algo tan exagerado que muy al contrario de agradarme me producía repugnancia.

Muy a juego  con sus vulgares caras iban sus perfilados cuerpos. Apenas vestidas con unos corsés palabra de honor de encaje barato, de los que hacía tiempo que ya no se encontraban ni en las tiendas de tres al cuarto, de esos que realzaban los pechos hasta incluirlos en la exuberancia.
Corsés totalmente desconocidos para las mujeres de clase acomodada.
Las piernas introducidas en unas asequibles medias de seda sintéticas se estilizaban gracias a los tacones de vértigo en los que tenían empotrados sus delgados y diminutos pies.

Realmente su aspecto, analizado por partes, era chabacano, vulgar, falto de clase y estilo, pero en conjunto desprendía provocación, incitaba a descubrir la parte más carnal.

Tan ensimismada estaba que no fui consciente de los ojos que me observaban.

-    ¿Quieres entrar? – era la suave voz de Don Camilo.

Su respiración chocaba contra mi cuello, entonces inspiré. Sin quererlo pero con las mandíbulas apretadas inspiré fuerte. Me excité. Mis muslos se apretaron involuntariamente y en ese preciso instante una ráfaga de sensatez me hizo ver que iba a perder el control.
Me asusté de lo que sentía. Di un salto hacía atrás. Él puso sus firmes manos en mi cintura, acercó sus labios a los míos y cuando el roce iba a ser inminente él decantó su cara, su piel rozó mis labios. Mi cuerpo volvió a ser invadido por un escalofrío. Mi cuerpo necesitaba quedarse pero mi mente, la parte más prudente de mí me impulsó a correr, correr sin mirar atrás, ni mirar al suelo, sorteando los obstáculos, todavía no se muy bien como pero corrí tan rápido que conseguí llegar a casa sin un rasguño, sin aliento pero con las mejillas tan ardientes que tuve que esperar un poco a que todo se normalizaran antes de entrar en casa, para no levantar sospecha.

jueves, 11 de abril de 2013

Als meus avis. (Sònia Llinares)


Gràcies per haver-vos conegut, enamorat i amat
Gràcies per haver creat vida, perquè d'eixa vida , forme part jo
Gràcies per haver-vos volgut i per haver-vos deixat voler
Gràcies, perquè només es viu una vegada i hem sigut companys de viatge
Gràcies per les vostres abraçades i besades,
Gràcies per haver existit  gracies  i  fins que ens tornem a trobar.
                                                          
                                                                                 

domingo, 7 de abril de 2013

EL TRATO. (Sònia Llinares)


Toc, toc, toc…
Suaves pero firmes, sonaron los tres golpes que Pepe “el Moreno”, zorro negociante de profesión, le propino a la puerta del molino de Don Gregorio Verdú.
Aunque el reloj marcaba más de medianoche, desde el interior, la respuesta no se hizo esperar.
-   ¿Quién anda?
-   D. Gregorio soy el Moreno, le pido perdón por las deshoras.
El molinero al conocer la voz, a su mujer le casi ordenó:
-   Abre mujer, ¡aligera!, que se nos enfría el ratero.
La esposa Mercedes, mujer para el molinero, iba languideciendo a cada paso que dirigía hacia la puerta y no era por la inoportunidad de la hora, sino más bien, por la inesperada figura que tras el portón zarauz se iba a encontrar.
-      Buenas noches Dña. Mercedes – Le dijo el tratante al abrir la puerta.
-      Buenas noches nos de Dios – contestó la molinera. Que no levantó la mirada, para evitar así, encontrarse con la pícara sonrisa que el viejo zorro, seguramente, le tendría preparada.
Mientras cerraba la puerta, Mercedes, no podía dejar de pensar que había habido algo en el saludo del comerciante Moreno, que le había sonado con cierto retintín.
El molinero le esperaba en la estancia central de la casa, habitáculo que hacía al mismo tiempo función de cocina, de comedor, de despacho de negocios o de sala de espera para los clientes, que esperaban a que las muelas del molino, convirtieran los granos de trigo en harina.
Polvo blanco que calmaría los rugidos de algún que otro estómago famélico, después de haber sido amasada y pasada por el horno.
-      Buenas noches, Pepe. Acércate y toma asiento, arrímate a la lumbre y dime. ¿A que se debe tanto honor?
- Como el ama Mercedes… ya sabe… el pasado lunes estuve aquí y descargué tres mulas de trigo. Como de costumbre a primeros de mes. Al no estar usted, su amante esposa no me pudo abonar los reales que se me adeudaban y ante la necesidad del cereal en el molino y por los años que llevamos haciendo negocio, accedí, sin que sirva de precedente, a dejar el grano y volver hoy a por los setenta y ocho reales de la materia prima.
-      Conforme y agradecido - Dijo el molinero orgulloso de tanta confianza.
-      ¡Mujer! sírvele una buena taza de achicoria, que tan  preciada es para los estómagos sufridos como el suyo, mientras yo voy a por su deuda.
En un abrir y cerrar de ojos el molinero volvió a la estancia con una bolsa que al raposo le sonaba como arpas celestiales.
-      … setenta y siete, setenta y ocho y con estas dos más cuenta redonda, porque mi padre me enseñó que: “es de bien nacidos el ser agradecidos”.
-      Muchas gracias Don Gregorio. Cuanta gratitud, me siento más que preciado de contar con su amistad y con la de su esposa Mercedes, por supuesto.
La Molinera hacía rato que observaba. Lo hacía en silencio. Sin pronunciar palabra. Sólo contemplaba lo que en su propia cocina estaba acaeciendo, sin poder dar crédito a tan gran despropósito.
-      Hasta el próximo mes entonces – dijo el molinero mientras le acompañaba a la puerta de salida.
-      Si Dios quiere, Don Gregorio. Despídame de su esposa, que no vaya a creer que soy descortés.

(Una semana antes a las puertas del molino…)
                        
-      ¡Ah, del molino! ¿Hay alguien ahí?
El portón se abrió y apareció una molinera Mercedes muy diferente a la que el comerciante estaba acostumbrado a ver.
Los rizos de color fuego caían desobedientes y sublevados sobre los hombros desnudos. Mientras, sus manos, asidas a la cintura de una bata semitransparente, intentaban esconder sin éxito, el cuerpo desnudo del ama Mercedes.
-      Buenos días, Pepe, que temprano llega usted hoy. El molinero Gregorio no está. Salió ayer tarde hacia la ciudad, hasta el próximo jueves no volverá y…no tengo cuartos ni reales para abonar el grano.
-      Pues aquí estoy como cada primero de mes, con la carga de tres mulas. ¿Qué hacemos ahora?
Pepe, el Moreno, fingía serenidad mientras su miembro, erecto, parecía tener vida propia.
-      Descargue, Pepe. Descargue las mulas y pasemos dentro que segura estoy que encontraremos solución a tan inesperada contrariedad.
En apenas quince minutos el grano estaba en el almacén y las mulas descansando en el establo.
Una vez ya, los dos en el interior, dio comienzo la negociación.
-      Moreno, dinero no tengo, pero si te conviene el trato que te voy a proponer nos olvidamos de los reales y aquí se cierra el negocio.
La molinera recatada, callada y sumisa que tenia por costumbre recibir y tratar con los clientes en presencia de su marido, nada tenia que ver con la molinera Mercedes que estaba sentada frente al fuego, con las manos encima de la mesa, permitiendo así, que su bata se moviese con plena libertad, dejando al descubierto los placeres de los que gozaba cada noche el dueño del negocio.
- Moreno, te ofrezco mi cuerpo, que se que deseas, como pago del trigo de las tres mulas. ¿Te hace el trato?
El negociante, atónito e incrédulo por la inesperada situación se apresuró a afirmar:
- Empecemos pues, que el que paga descansa y el que cobra más.
Y así, de esta manera, sobre una de las muelas más grandes del negocio, comerciante y molinera fusionaron sus cuerpos desnudos, una vez tras otra hasta saldar la deuda.

El resto de lo acontecido ya lo conocen ustedes.

martes, 2 de abril de 2013

La ley del Talion (Sònia LLinares)

Isabela de Laserre viuda de Decrois, como hija de buena y noble familia que era, jamás se habría atrevido a alzarle la voz, ni siquiera a llevarle la contraria, a su degenerado y autoritario esposo. Pero ahora, sonreía.
Con apenas cuatro años de edad su matrimonio con el Marqués de Ferrara fue acordado, posteriormente firmado, lacrado y guardado hasta que llegase el doce de Mayo de 1786.  Día en el que Isabela de Laserre con apenas trece años recién cumplidos sería vestida de blanco y entregada en santo matrimonio ante los ojos de Dios a D. Jaques Decrois, Marques de Ferrara.
Desde ese día doce transcurrirían muchos días doce más. Quizás demasiados.
El nacimiento de su cuarto hijo coincidiría en un día doce y aunque esto no le haría olvidar lo desgraciada que era. Sería cierto que, desde ese momento miraría esa cifra, con otros ojos.
Los lechos que calentaba su libertino esposo eran tratados como verdaderas heroicidades entre el populacho más próximo.
Por todos era sabido la Ley del Marqués de Ferrara: una vela encendida en la ventana si el astado esposo hubiese regresado antes de lo esperado.
Isabela haciendo gala de lo gran dama que era y a pesar del dolor sufrido durante años, por los “malos hábitos” que su cónyuge le regaló, jamás lloraría en público, ni delante de su doncella ni con su dulce haya Noé.
Soportaría las habladurías y las miradas compasivas con las que la recibirían en meriendas y reuniones de la alta alcurnia condal, con sonrisas y palabras de agradecimiento hacia los anfitriones.
Un día cinco, de un mes cualquiera, tomaría una decisión: el siguiente día doce pondría fin a tanta tristeza. El inmediato día doce la vida de todos empezaría a cambiar.
El galeno de la región, maestro de Isabela en el ejercicio de las múltiples aplicaciones  que nos ofrecían la botánica y conocedor de la misma como pocos, sería quien la experimentaría en el trato con la mandrágora.
Calcularía con exactitud cuando su flamante esposo, tan sabio cultivador en placeres corporales como gran desconocedor de la flora condal, iniciaría contacto con tan mortífera flor.
Las alucinaciones marcarían el inicio del fin y ella no querría perderse tan “mágico” espectáculo.
Esperaría ocho horas antes de aumentar el contacto. Con dicho incremento las alucinaciones se convertirían en mareos y a continuación vendrían los vómitos. Este sería el momento preciso, para poner en práctica los ejercicios de seducción que durante mucho tiempo estuvo aprendiendo y perfeccionando. Era una frivolidad que ella se permitiría para la ocasión.
Sabiéndose  experta del carácter ególatra de su marido,  aprovecharía para convencerle de que las propiedades de tan bello vegetal eran inmensas. Tan incalculables, que tan solo aumentando su manipulación, acabaría con tanto malestar y tanto sufrimiento en un abrir y cerrar de ojos. No mentiría. No era propio de una dama. No era propio de ella.
Con suma delicadeza prepararía un ungüento que colocaría en frente, espalda y tobillos con la única intención de aliviar o poner fin a tanto dolor. Pronto sus débiles latidos empezarían a disminuir. En poco segundos su fogoso corazón dejaría de latir.
La doncella y el haya Noé, aunque sorprendidas por tanto desconsuelo, no la dejarían sola durante las que serían sus últimas horas de desposada, a excepción, claro está, de los diez minutos que su ama y señora les pediría para despedirse como es debido de su amado esposo.
Desde la sala aledaña, donde se encontrarían los parientes y personal del servicio, se podrían oír los sollozos de la casi inmediata viuda Isabela. Mientras tanto, ella, abrazada al cuerpo, ahora inerte, de su esposo, aprovecharía para cambiarle la cataplasma que en la espalda llevaba. Evitando así cualquier sorpresa de última hora.
Más que Duelo, luto. Luto riguroso sería el que le acompañaría el resto de sus, ya, felices días.
Cada día doce de cada mes Isabela Decrois, viuda del marqués de Ferrara, mandaría encender una vela blanca en cada ventana de la casa. Por si fuesen ciertas las habladurías de púlpito que afirmaban que desde el cielo todo se sabe y todo se ve.
Por si eso fuese cierto, desde el cielo, que no se molestasen en volver.

miércoles, 20 de marzo de 2013

CARPE DIEM (Sònia Llinares)


Si la luz del atardecer se pudiese envasar, Amador Ocaña sería, el mayor coleccionista de crepúsculos jamas conocidos. Pero no, no era así y se conformaba con sentarse, cada tarde, con un buen vino de la zona y un pitillo hasta verle desaparecer por completo, saboreando la última calada mientras contemplaba el cielo teñido, ahora, de ese rojo anaranjado que tanto le gustaba.

Había aprendido mucho de su nonna, su familia materna eran Italianos, pero si algo llevaba gravado a fuego, era la frase que ella siempre le decía: 

Carpe diem, Amador, carpe diem...nunca confíes en el mañana.

El hecho de tener que apagar el cigarrillo, le enfurecía. Eso significaba que el espectáculo había finalizado y debía volver a su vacía, despoblada y aburrida vida. Repleta de medias verdades y de algún que otro coqueteo con los opiáceos de moda desde los tiempos de matusalén.

Durante los escasos quince minutos que duraba, cada día, su despedida del rey astro, nadie le había acompañado jamás. Era su Carpe Diem, suyo y de nadie mas, hasta el momento.

Aquella tarde, mientras paladeaba el segundo sorbo del tinto recién descorchado y siendo nuevamente testigo de como ese color, su color, el que tanto le gustaba, le ganaba terreno al débil y frío azul del cielo, creyó sentir un beso en su mejilla y un susurro que apenas tintineaba en su oído: 

Carpe diem, Amador, carpe diem... nunca confíes en el mañana.

Las lágrimas afloraron en sus ojos sin ser llamadas. La garganta se le cerró sin permiso. Aun así, siendo totalmente consciente de lo que acababa de ocurrir, no se movió, ni se inmutó. Continuó con la mirada puesta en el horizonte y aprovechando el momento. Como su nonna le acababa de susurrar

lunes, 11 de marzo de 2013

¿Es pecado relajarse? (Sonia Linares)

Jesús el vigilante de seguridad desde tiempos inmemoriales abrió la puerta de mi despacho.
         -Srta. Frayle, ¿A estas horas y todavía trabajando?
No sabía la hora que era. Bajé la vista y en la pantalla de mi monitor pude ver las 22:58.
         -Buenas noches Jesús, el tiempo se me ha escapado de las manos, voy a recoger y me voy. Que tenga usted buena guardia.
 Supongo que el bueno de Jesús me daría las buenas noches muy educadamente, como siempre, como era costumbre en él. Yo por mi parte y como era costumbre en mi, volvía a estar inmersa en mis cosas. Esto era un defecto de fábrica, defecto que mis padres se habían encargado de repetírmelo de forma incesante hasta el aburrimiento.
Al llegar a casa eran cerca de las doce, agotada y casi sin fuerzas ni para leer el correo pendiente aún dentro del buzón. Me dirigí directamente al frigorífico, en un diminuto cuenco de cristal transparente puse unas cuantas fresas, compradas el día anterior en uno de los puestos del mercado central, me las llevé conmigo al baño mientras me preparaba un relajante baño que hiciese olvidar el agotador día de reuniones que me esperaba a la mañana siguiente.
Una copa del tempranillo de Carmelo Rodero, la fruta y un cigarrillo encendido, serían la única compañía que me iba a llevar a la bañera para intentar combatir tanto el agotamiento físico como moral que se me había apoderado de mí.
Apenas estaba amaneciendo, pero yo hacia ya un buen rato que no dejaba de dar vueltas en la cama. Un fuerte dolor de cabeza me impedía volver a dormirme.
Fui a la cocina y mientras me calentaba un vaso de leche rebuscaba en el cajón un analgésico que me pudiera aliviar y me ayudase a hacer frente al nuevo día que en apenas unas horas debía de afrontar. Saboreaba la leche con cacao como si de un tesoro en peligro de extinción se tratase y volví a la cama para darle un voto de confianza al comprimido recién ingerido.
Cambié de posición, cambié de almohada, cambié de cama, la confianza se esfumaba por momentos y mi jaqueca persistía. En ese momento tuve ese momento de lucidez, que cuando lo pensamos en frió no sabes ni como hemos sido capaces de pensarlo, pues bien un momento de esos fue el que me hizo marcar el número de teléfono de Víctor, mi asistente.
-Víctor, querido, tengo una jaqueca horrorosa y no podré ir a la oficina. Por favor discúlpame y aplaza todo lo que teníamos previsto para hoy.
-Gracias eres un amor.
Realmente sabia lo afortunada que era de contar con la incondicional ayuda de Víctor. Trabajador nato y competente como pocos.
Me tumbé en la cama y con el edredón casi cubriéndome entera dormité cerca de dos horas. Al despertar el dolor había casi desparecido, quedaba un rescoldo del vacío que me obligaba a moverme con cierta lentitud.
Decididamente no me iba a quedar en casa, abrí el balcón para catar la temperatura que me esperaba en la calle, el día luminoso y la temperatura primaveral me animó a ponerme la falda multicolor y la camisa blanca que tanto me favorecía al escote.
¡¡¡Planes, planes necesitaba planes para hoy!!!!! haría una lista:
       -Ir al cine. (Poco probable).
       -Ir de compras. (Altamente posible).
      -Llamar a mi hermana Irene. (Descartado por monotema: su perfectísimo matrimonio).
       -Salir a pasear. Empezaré por este.
Salí a la calle y bajé la cuesta hasta llegar a la plaza de las fuentes, repleta como siempre de vendedores de loterías y cupones diarios, de abuelos y abuelas ejerciendo su segunda crianza y como no, decenas de voluminosas palomas esperando el descuido de los niños con sus bocadillos, para contribuir a llenar sus abultados buches.
Estaba relajada, me sentía bien y me entraron unas repentinas ganas de encenderme un pitillo. Busque un lugar “semiescondido”, retirado de las curiosas miradas de los  infantes a los que se les enseñaba, muy positivamente, lo perjudicial del tabaco. Detrás de la entrada a los baños encontré el lugar ideal.
Apoyada a una columna encendí el pitillo y saboree la bocanada de humo que estaba preparada para salir de mi boca.
Era una sensación nueva para mí conseguir mantener la mente en blanco, era placentera, no pensaba en nada sólo observaba sin mas… sensacional.
De pronto una lluvia típicamente primaveral dejó en apenas unos segundos la plaza desierta, ni rastro quedaba de los portadores de suerte, ni de nietos y abuelos a los que les molestase mi humo exhalado. Sólo el relajante sonido de la lluvia al llegar al suelo y yo.
         -¿Por favor me da fuego?
Era una voz grave tras de mí.
         -No, por favor no se de la vuelta, es tan hermoso mirarla desde aquí.
Me sentí entre asustada, sorprendida e intrigada. Revolví en mi bolso, saqué el mechero y sin hacer la más mínima intención de volverme se lo di. Intenté volverme a concentrar en la lluvia en verla, en escucharla. No lo conseguí, estaba descentrada, seducida.
Encendió su cigarrillo y noté como el humo me acariciaba el cuello. Me puse alerta a cualquier sonido o movimiento que se produjese tras de mí.
El silencio dejo de ser invisible, la situación era tan excitante…
         -¿Estas segura?
         -Si.
Noté como sus  manos cogían mi cintura y con una suavidad extrema me atrajo hacia él. Las yemas de sus dedos subían  por mis muslos… lentamente como si el temor a romperlos le impidiese apoyar la totalidad de la mano. Noté como mis pechos se endurecían, como mis pezones  se engrandecían y luchaban para librarse del sujetador de algodón blanco que los oprimía.
De repente mi mano se posó sobre la suya y la condujo  a la parte superior de mi escote, dejé caer mi cabeza hacia atrás sobre su hombro para que me inundara de besos, no se hizo esperar y desde el lóbulo de mi oreja hasta mis hombros desnudos sus labios se apoderaron de mi, mientras su mano entreabría mi entrepierna buscando mi húmedo y excitado sexo.
Me quitó el pañuelo del cuello y con él me tapó los ojos, me dio la vuelta y sus labios se apoderaron de los míos sus fuertes brazos cogían mis nalgas y las apretaban hacia si notando su excitación en mi pubis.
Me desabrochaba la blusa mientras con la otra mano jugaba con mis senos, no quedaba ninguna parte de mi que poseyese él.
Me  volvió a dar la vuelta y me hizo gozar como nadie lo había conseguido jamás. Sus manos sabían la posición exacta que me gustaba, como si me conociesen desde siempre y cuando creía que iba a perder el juicio me cogió en alto, me apoyó a la pared y me penetró hasta hacerme enloquecer, me poseyó sin restricciones, sin piedad hasta que ambos cabalgamos el orgasmo a la vez.
Cuando conseguimos controlar la respiración noté un escalofrío que me recorría el cuerpo. Abrí los ojos y la realidad sobresaltó.
El agua de la bañera se había quedado fría, la copa de vino continuaba en el borde de la misma. Ya no lo necesitaba.
Estaba muy relajada

Un error… irreparable. (Sònia Llinares)

Con la mirada ausente Marcos cruzaba la calle. La noticia de la muerte de su amigo Fermín le había dejado exhausto. Su mente rebobinó rápido:
Fermín, Adela, Lola y Marcos eran amigos desde la infancia, amigos de barrio, de portal  de grito a mediodía y de mendrugos de pan sobre la mesa.
Los tiempos duros y de verdadera necesidad para sus padres ellos los combatían con secretos, travesuras, juegos y risas.
Ajenos a las miserias de sus familias los días para ellos transcurrían rápido tan rápido que los doce años llegaron sin apenas enterarse y con ellos las obligaciones para con sus familias. El deber les quitaban tiempo de juegos y de reuniones aunque no por ello dejaron de hacerlo.
A Lola, su padre, viudo reciente y amigo del juego y del mal vivir, la envió con una tía suya que tenia en la ciudad  para que la colocara en casa de algún ciudadano de postín.
Poco a poco nuestro contacto con ella fue desapareciendo hasta convertirse en sutil, efímero, nulo.
Años después, por casualidades del destino, nos llegaron noticias de que su tía Consuelo le había buscado un buen mozo para casarla. Mozo que cuando se le acabó pasión por la juventud y la belleza de su cuerpo, lo buscaba en otros lares y cuando llegaba a casa apestando a vino de tugurio barato cambiaba besos por puñetazos y caricias por patadas. Una de esas “carantoñas” fue la que le quitó el aliento una madrugada de invierno.
Era como mínimo curioso ver como la vida les aguardó el mismo destino a la madre y a la hija.
Mientras, en el pueblo Adela y Fermín pronto empezaron a mirarse con otros ojos, de otra manera.
En sus ojos se vislumbraba la pasión, muchos éramos los que desde siempre creímos que el amor nació con ellos, el mismo día en que ellos se miraron dando sus primeros pasos en aquellas calles enfangadas, ese día su destino se cruzó.
Marcos fue durante meses el acompañante fugaz, el que estaba al inicio y al final de la tarde, era el gancho perfecto que hacía que sus respectivas familias siguieran viviendo en el más absoluto desconocimiento de aquel amor.
Con dieciséis años recién cumplidos Fermín le echó valor y le pidió al Sr. Jesús permiso para salir a pasear los domingos, a las cinco, con su hija Adela por el parque.
Aunque esos dos cuerpos adolescentes estaban cansados de fundirse, de alearse el uno en el otro desde ese momento los dos decidieron hacer las cosas “bien”.
De este modo fue como Dña. Amalia, abuela materna de Adela paso a ser la fiel y muda carabina de la pareja los domingos en el parque.
Con el paso del tiempo y los andares cansados de Don Jesús, Fermín pasó de ser un simple ayudante a regentar el negocio familiar de ultramarinos, mientras su joven esposa andaba ocupada con la crianza y educación de la pequeña Adelita y de Oriol el benjamín de la casa que obtuvo su nombre en honor al padre de Fermín, muerto por tifus unos meses antes de que este naciera.
En las conversaciones nocturnas del joven matrimonio recordaban sus tiempos mozos y no podía faltar en sus charlas su ya difunta amiga Lola, lo cruel que fue el destino con ella, y con su familia. Después para no retirarse a la alcoba con ese mal sabor de boca acababan hablando de sus hijos, de ellos, de la vida, de lo mucho que se amaban y de lo afortunados que eran.
El tiempo pasaba rápido, como si hubiese hecho un pacto con el diablo y llegó el día en que el pequeño Oriol, sin ellos darse cuenta, se había convertido en mozo. Empezó a querer saber más del negocio familiar y pasaba horas fisgoneando el funcionamiento del mismo y haciendo sus primeros pinitos como empleado. En apenas unos meses Fermín pasó de estar casi todo el día ocupándose del establecimiento a darle confianza y alas a su hijo.
El aun joven matrimonio tan falto de tiempo para caricias, besos y otros quehaceres del amor no tardó en aprovechar la oportunidad que les había brindado la vida.

Marcos tomo la decisión equivocada cuando decidió montar un taller mecánico en una ciudad una cercana que no le supo acoger. Desde entonces había estado dando tumbos de trabajo en trabajo, mientras el alcohol le consumía la vida y las entrañas.
Fermín le había demostrado que entre ellos la distancia no existía que su casa y su negocio siempre estarían ahí para él.
Marcos fue incapaz  de dos cosas, no se si por vergüenza o por amor propio, nunca admitió su fracaso y jamás volvió a su pueblo de procedencia.
La madame de un burdel de poca recomendación, en el que había invertido durante años el jornal de sus escasos trabajos y más por compasión que por otra cosa le daba cobijo y alimento a cambio de pequeños trabajos de mantenimiento del local.
Acostumbrado a pequeñas argucias que le ayudaran a malvivir, aprovechaba cualquier descuido de la dueña para utilizar el teléfono de la recepción y hablar con su buen amigo Fermín.
Las conversaciones telefónicas, durante mucho tiempo se repitieron sin que Fermín le demostrara jamás que sabía que le estaba mintiendo. Marcos le gustaba hablar de los beneficios que le estaba dando su último trabajo en una conservera de Bilbao, lo mucho que tenia que viajar…
Lo que Marcos ignoraba era la pregunta de Adela:
-¿Fermín, como lo has notado hoy?
Fermín contestaba:
- Como siempre, Adela como siempre. El orgullo no le deja pedir ayuda.
En ese mismo mostrador en el que se sentía libre cuando hablaba con su amigo Fermín y durante un espacio pequeño de tiempo Marcos era lo que quisiera ser.
En ese mismo “maderucho” medio carcomido y mal tapizado con terciopelo rojo de tercera. Fue donde la voz de Oriol le comunicó la desgraciada noticia de la muerte de su amigo del alma.
Con la calle y los transeúntes que por ella andaban en la hora del ángelus como únicos testigos. Marcos sintió como ahogaba como se desgarraba algo en lo mas profundo de su ser.
Su mente ahora lúcida, quizás por el dolor quizás por la pena que sentía le mostró cual había sido su error, ahora ya irreparable; jamás le había dicho a su amigo: Te quiero.
Con la mirada ausente Marcos cruzó la calle. La noticia de la muerte de su amigo Fermín le había dejado exhausto.

jueves, 21 de febrero de 2013

Cualquier tiempo pasado NO siempre fue mejor (Sònia Llinares)


Siempre con la mosca detrás de la oreja.
Ahora, por ejemplo, en este instante, el ascensor acaba de parar en el relleno, se abren las puertas al tiempo que a mi se me encoge el estómago. Empiezo a contar; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis (por si enciende un pitillo) escucho atentamente. No, no oigo las llaves. Confirmado no se abre la puerta.
Inés llora en la cuna, encamino mis pasos hacia su habitación, tan linda como ella, al entrar la veo, de pie con sus diminutas manos cogidas a la barandilla de la cuna, con sus ojos azules anclados en los míos que casi me suplican que la aupe, que la coja en mi regazo.
Lo que imaginaba, el chupete había vuelto a jugarle una mala pasada, por entre los maderos se había deslizado bajo la cuna. Me arrodillé para recogerlo y mi corazón se aceleró, mi mano empezó a temblar y por más que cerraba y abría los ojos la imagen era la misma; un par de zapatos desgastados, llenos de tinte negro con el que intentaba ocultar las rozaduras y el paso del tiempo. Zapatos negros que habían dejado en mí ropa tantas huellas negras como en mi cuerpo huellas azuladas.
Huellas que apagaron hace tiempo lo que en un principio fue amor.
Huellas que cayeron como jarro de agua fría y devastaron la pasión.
Huellas que entraban en mí  cualquier día, a cualquier hora, por cualquier motivo, simplemente porque sí.

Hoy los zapatos no se mantenían firmes, un leve balanceo hacía presagiar que hoy mi ropa, un día mas, quedaría manchada de betún.
No me dio tiempo a incorporarme. Una mano suya en mi cuello y la otra en mi escaso pelo lo hicieron por mí. Ajena a los insultos, el tiempo y la “experiencia” me enseñaron a intentar combatir el dolor de los golpes, aprendí a concentrarme en recuerdos hermosos.
Un puñetazo en la cara me devolvió a la realidad pero fue la patada en el esternón la que me dejó sin aliento.
Mis padres, intenté visualizar su rostro, intenté recordar sus caricias, sus besos…el dolor era tan inmenso que no podía recordar
Mis ojos buscaron los de Inés, ella sonreía, quería que su imagen fuese la que se quedara gravada en mi retina. Por si hoy era el día.
Me despertó el llanto de mi hija.
Con el cuerpo dolorido, la cabeza a punto de estallar y sin fuerzas ni para abrir los ojos apenas me podía mover.
Levanté el brazo izquierdo, el derecho no podía y…¡¡¡DIO MIO!!!!!.
Mi mano estaba llena de sangre, abrí lo máximo que pude los ojos, que no era mucho, mientras con mi mano examinaba la parte superior de mi cuerpo buscando la herida, la fuente de tanta sangre.
No la encontraba, los llantos de Inés me obligaron a intentar levantarme,  primero agudice el oído para cerciórame de que estábamos solas, una vez estuve segura, entonces traté de serenarme e intenté incorporarme, apenas podía ver con claridad el hinchazón de los ojos me lo impedía pero mi bebé me necesitaba. Lo haría por ella.
Me cogí a los pies de la cama para incorporarme, no podía mover las piernas algo me lo impedía.
¡¡Quedé horrorizada!! sobre mis piernas yacía el cuerpo inerte de Mario, con sus ojos puestos en Inés y su cuello abierto en canal.
Lo aparté como pude. Junto a él mi cutter de doble hoja.
Abracé a mi hija. Llamé a la central de emergencias y me senté a esperar.
Cualquier tiempo pasado NO siempre fue mejor.


miércoles, 20 de febrero de 2013

EN ESE PRECISO INSTANTE (Sònia Llinares)


Un café con leche que se había quedado frío por segunda vez y una tostada gélida no habían sido motivo suficiente para sacarme del ensimismamiento en el que estaba sumergida.

En apenas tres días, tenia que decidir si aceptaba o no el nuevo puesto que me habían ofrecido en una importante empresa chocolatera de Bruselas. Es increíble, nunca pensé que tuviese que tomar una decisión tan… ¿interesante?, exactamente no se como calificarla; había una parte de mi, que estaba entusiasmada por la expansión personal que suponía la aceptación del puesto, pero un vuelco en el estomago, era el que me hacia regresar a la tierra y plantearme seriamente, si seria capaz de afrontar el traspaso de fronteras.

Decidí retirar el desayuno y darme una buena ducha. Al entrar en mi habitación lo primero que hice fue encender la radio; me encanta hacerme eco de las últimas noticias mientras me ducho antes de ir a la oficina. La ducha matinal siempre me ayudaba a despertar y en infinitas ocasiones, la perspectiva de los problemas había sido diferente después de esa lluvia jabonosa, quizás con la de hoy ocurriría lo mismo.

Fue el estridente timbrazo del teléfono el que me hizo coger el albornoz mucho antes de lo esperado, era Andrés, mi amigo desde la universidad, mi amigo del alma, su tono habitual era nervioso, pero el de hoy trasmitía verdadera exaltación.

            -Por favor, ¡¡¡¡dímelo, dímelo ya!!! ¿Que has decidido? ¿Te vas a Bruselas? – su voz se aceleraba, supongo que al compás que se estaría acelerando su corazón.
No pude más que reír, por el desencanto que le iba a producir mi respuesta y se que el atrevimiento de la llamada matutina no era tal, sino que era producto de la gran amistad y confianza que nos unía desde hacía más de diez años, baje el volumen de la radio y contesté con cierta risita que se reflejaba en mi tono:
            -No, Andrés, todavía no he decidido nada, pero no te preocupes que en cuanto lo resuelva tu serás el primero en enterarte, pero he estado pensando, que quizás te gustaría acompañarme - un silencio sepulcral se hizo a la otra parte del teléfono, para tres segundos después dar paso a un estrepitoso rugido en el que las letras s e i, unidas o no, era lo único que se podía entender. Los dos empezamos a reír a carcajadas, risotadas que he de reconocer que me hicieron mucho bien, fue una verdadera liberación de adrenalina.
Después de despedirnos  y  quedar para almorzar en la misma cafetería que lo hacíamos siempre, me dirigí al vestidor de cedro que presidía mi habitación para elegir modelito, en ese mismo instante en Radio nacional de España empezaba un programa que se titulaba, “inmigrantes, 50 años después”. Me acerqué al receptor, elevé el volumen para enterarme bien mientras me preparaba para salir a la oficina y quedé estupefacta al oír como los contertulios parecían contar mi historia, como ellos en su época experimentaron mis mismas sensaciones, dudas y contradicciones, estaba verdaderamente asombrada, en ese mismo momento fui consciente de que cosas eran las que en realidad tenia que plantearme antes de tomar una decisión, vi con claridad que debía de fraccionar mi vida por prioridades, quedó pendiente en mi memoria para hacerlo en cuanto acabase la jornada laboral.
El almuerzo con Andrés no fue como de costumbre, mi desorden emocional marcó el ritmo de la conversación, mi pobre amigo no se atrevió a expresar vocablo alguno que no hiciese referencia a mi futura andanza. Me encargué de que el tentempié fuese breve, no tanto para aliviar a mi compañero de mí monologa conversación, sino más bien por regresar al trabajo, para acabar cuanto antes y tener mas tiempo libre para ir poniendo en orden mi nueva estrategia de decisión.
 Que extraño, nunca hubiese imaginado que un programa de radio me daría las pistas definitivas para tomar una decisión que sería la que marcaría mi futuro.

Pasadas las siete de la tarde, con un relajante baño de espuma esperándome, tomé una gran decisión; no decidiría nada hasta la mañana siguiente, no volvería a cavilar en nada que tuviese que ver con chocolates, ni con viajes al país del atomium, ni nada de nada, estaba realmente agotada y sabía que podía cometer un error fatal. Después, una cena ligera acompañada de un buen vino y una película romanticona, de la que no puedo contar el final porque me dormí mucho antes de que acabara.

Le he dado una tregua al despertador desconectándolo antes de que sonara. El sueño había sido reparador y al despertarme fui conciente de que sabía perfectamente lo que debía hacer, no se cuando tomé la decisión pero al despertar, lo tenia tan claro, estaba tan segura de que iba a tomar la decisión correcta, que me alegre de haberlo aplazado para hoy.

Me considero una persona de no muchos amigos pero me gusta cuidar a los que son de verdad, a los que más que amigos forman parte de tu familia y dentro de este grupo estaba Andrés y el día anterior le prometí que seria el primero en saber mi decisión, así que cogí el móvil, marqué las nueve cifras que acompañaban a su nombre y al oír su voz dije:
            -Hay vuelos Madrid-Bruselas cada cuatro horas, ¿vendrás a visitarme?

No pude hablar más, me colgó el teléfono y en apenas quince minutos estaba aporreando el interfono de casa.
Hoy soy consciente que la decisión no la tomé esa mañana al despertar o durante la noche mientras dormía, esa decisión la tomé cuando acabe de oír el programa de radio la mañana anterior, cuando la gente que había emigrado por trabajo, contó con todo lujo de detalles sus vivencias, sus andanzas y añoranzas, en ese preciso instante, sin yo saberlo, dije si.

UN CAFÉ, UNA PAUSA Y UNA SINTONÍA (Sònia Llinares)


Cada 30 de junio, desde hacia 14 años, la escena se repetía en casa como una especie de ritual. Maletas en el coche y como destino único la font, una pequeña finca donde vivían mis abuelos, en el interior de la provincia de Alicante. Allí los adelantos tecnológicos se conocen sólo de oídas; no cobertura, no Internet, no wasap… y como colofón final para acabar de alegrarme el día, mi madre me ha dicho que esta  semana tampoco tendremos televisión.

Mis tíos Carlos y Tere llegaron ayer por la tarde con mis primos Carlitos de 4 años, Ana de 13 años y Roberto de 16.
Después de desayunar y con el maletero lleno, me quedaban por delante tres horas de ver pasar el paisaje. Mi hermano Bruno sólo tenía tres añitos y a los diez minutos de empezar el viaje y con una peli puesta en el DVD portátil ya se le había caído hasta el chupete. Mis padres, no se cansaban de repetir lo relajante que resultaría este mes, que si se nos cargan las pilas, que si se nos oxigena el cuerpo, que si los paseos nocturnos…y un montón de “que sis” más.
La verdad es que como me entretuve viendo la película que Bruno se había perdido, el viaje hasta la Font se me hizo cortísimo.

Última curva a la derecha, antes de llegar a la planicie desde donde se avista la casona  de piedra, madera y blanco en la que habían vivido; mi madre y mi tío Carlos, mis abuelos, los padres de mis abuelos y los padres de sus padres y…
Aunque la casa estaba en pie desde tiempos remotos, la conservan en perfecto estado y es el punto de reunión de toda la familia.

Al llegar al camino de entrada que conducía hasta la casa, nos estaban esperando dando saltos de alegría Meñique; un Bichón habanero que no mide más de 30cm de altura pero, que con su carácter gruñón es el dueño del lugar, a su lado mueve la cola incansablemente Pruna, una gran danés que a pesar de su enorme tamaño es una buenaza. Los dos nos acompañan hasta la puerta de entrada, donde por fin paramos el coche.

La abuela se había cortado el pelo y la encontré muy favorecida. El abuelo en su línea, siempre con el sombrero de paja y el bastón en la mano, pero si una cosa tenían en común, era que los dos nos recibían con una gran sonrisa dibujada en el rostro y siempre sus palabras parecían haber sido seleccionadas para agradarnos y hacernos sentir especiales.

Fue el abuelo el que nos dijo que mis primos y mis tíos habían bajado a pasear al río, pero que seguramente nos habrían oído llegar y no tardarían en subir. Tenía, tantas ganas de ver a mi prima Ana, era mi mejor amiga.  


Ciertamente, las palabras que acababa de decir el abuelo se hicieron realidad y en pocos minutos llegaron mis tíos y mis primos, algo agotados por el calor que hacía más que por el trayecto recorrido.

Mi prima Ana y yo hablábamos por teléfono casi a diario y através de las redes sociales de moda, que ya todos conocéis, así que, en cuanto nos vimos nos fuimos en busca de un refugio para hablar y hablar y hablar y seguir hablando de nuestras cosas, sin que nos molestara nadie. Después de ponernos al día con los acontecimientos ocurridos en las últimas 24h, la conversación se centro en la ausencia de la televisión por la rotura de la antena y en como el técnico no podría repararla hasta la semana próxima, las dos compartimos la misma opinión ¡¡¡Que horror, una semana sin televisión!!!

Esa tarde los postres se alargaron hasta pasadas las cuatro, momento en el que la abuela me pidió que le acercara el transistor, no sin advertirme que tuviese cuidado de no tocar la rueda de sintonización, lo tenia fijado en Radio nacional de España donde a esta hora emitían “la decisión de Ruth”, radionovela que cuenta como Ruth, una joven, europea adinerada, renuncia a toda su fortuna para irse a Sudáfrica con Víctor su compañero de universidad y su novio desde hacia dos meses, muy en contra de la opinión de sus padres, para colaborar en labores humanitarias con las ONGs establecidas en la zona... Nada nuevo ni dentro ni fuera del mundo de los culebrones dulzones que empalagan sólo con oír el título. Mientras continuábamos con la conversación la abuela nos iba poniendo al día de los personajes conforme iban apareciendo en escena.

He de reconocer que lo que al principio de la primera semana nos pareció un drama “no tener televisión”, resultó que cuando vi aparecer al técnico, me di cuenta que no la había necesitado, que no la había echado en falta. En cambio  todos los días durante el mes de Julio había una cita obligada en torno a la vieja radio de los abuelos, todos los días a las cuatro de la tarde seguíamos las aventuras de Ruth en las tierras de ébano.

Como dato curioso al menos para mi, diré que era emocionante la charla que elaborábamos después del final de cada capítulo. Cada una de nosotras había imaginado a los mismos personajes y el mismo escenario de manera muy diferente. Era sorprendente ver como mi imaginación había creado un mundo donde trascurrían historias y sucesos todos los días y todo gracias a un aparato que antes de este verano había pasado desapercibido para mí.

Pasará el tiempo, pero nunca podré olvidar a mi abuela, mi madre, mi tía, mi prima y yo, sentadas entorno a la mesa tocinera de color cerezo de la cocina, con un café helado entre las manos, Radio Nacional de España sintonizada en el diminuto y viejo transistor, que nos transportaba durante una hora a un mundo individual donde transcurría una misma historia.

lunes, 18 de febrero de 2013

Al Tall i Maria del Mar Bonet- Bolero de l'Alcúdia

Bolero de l'Alcúdia / Maria del Mar Bonet i Al Tall

Queia tota la lluna
sobre les sendes
mentre canten i ballen
dotze parelles.

Dotze parelles, mare,

dotze parelles
que per la nit tenien
les mans enceses.

T'estime, rosa fina,

clavell de sucre,
ulls d'una aigua profunda,
canten els muscles.

Les meus mans et prenen

igual que un cànter
coloma meua, rosa,
gesmil intacte.

domingo, 17 de febrero de 2013

Amor de tarde de Mario Benedetti.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

sábado, 16 de febrero de 2013

LA PRINCESA BUSCA MARIDO de Jorge Bucay


Había una vez una princesa, que quería encontrar un esposo digno de ella, que la amase verdaderamente. Para lo cual puso una condición: elegiría marido entre todos los que fueran capaces de estar 365 días al lado del muro del palacio donde ella vivía, sin separarse ni un solo día. Se presentaron centenares, miles de pretendientes a la corona real. Pero claro al primer frío la mitad se fue, cuando empezaron los calores se fue la mitad de la otra mitad, cuando empezaron a gastarse los cojines y se terminó la comida, la mitad de la mitad de la mitad, también se fue.
Habían empezado el primero de enero, cuando entró diciembre, empezaron de nuevo los fríos, y solamente quedó un joven. Todos los demás se habían ido, cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía la pena. Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre, estaba allí, anclado en esa pared y ese muro, esperando pacientemente que pasaran los 365 días.
La princesa que había despreciado a todos, cuando vio que este muchacho se quedaba empezó a mirarlo, pensando, que quizás ese hombre la quisiera de verdad. Lo había espiado en Octubre, había pasado frente a él en Noviembre, y en Diciembre, disfrazada de campesina le había dejado un poco de agua y un poco de comida, le había visto los ojos y se había dado cuenta de su mirada sincera. Entonces le había dicho al rey:

- Padre creo que finalmente vas a tener un casamiento, y que por fin vas a tener nietos, este es el hombre que de verdad me quiere.

El rey se había puesto contento y comenzó a prepararlo todo. La ceremonia, el banquete e incluso, le hizo saber al joven, a través de la guardia, que el primero de Enero, cuando se cumplieran los 365 días, lo esperaba en el palacio porque quería hablar con él.
Todo estaba preparado, el pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente el primero de Enero. El 31 de Diciembre, el día después de haber pasado las 364 noches y los 365 días allí, el joven se levantó del muro y se marchó. Fue hasta su casa y fue a ver a su madre, y ésta le dijo:

- Hijo querías tanto a la princesa, estuviste allí 364 noches, 365 días y el último día te fuiste. ¿Qué pasó?, ¿No pudiste aguantar un día más?

Y el hijo contestó:

- ¿Sabes mamá? Me enteré que me había visto, me enteré que me había elegido, me enteré que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo y, a pesar de eso, no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor, pudiendo hacerlo, no me evitó una sola noche de sufrimiento. Alguien que no es capaz de evitarte una noche de sufrimiento no merece de mi, Amor, ¿verdad mamá?

El Amor de Amarnos (Sònia Llinares)


Querer. Querer no és lo mismo que Amar. No, no lo es.

Querer. Querer se quiere todo, en cualquier momento, en cualquier lugar, con cualquier compañía, que mas da.

Querer está en mano de todos. Querer es….tan fácil
Pero AMARNOS....

Amarnos es...es lo mejor que nos puede pasar. Amarnos...es saber que yo estoy aquí para tí y tu estás ahi para mi.

Amarnos los dos... al mismo tiempo....como nosotros nos amamos.

Amarnos es.... alcanzar la felicidad, es...garantizar una sonrisa en los labios,
es ...mantener luz en la mirada

Amarnos es un sueño hecho a medida, es un sueño para dos.

No es lo que tenemos delante o detrás de nosotros, es exactamente lo que ENTRE nosotros hay.

Amarte es...

Cuando me gustaría escapar de ti. Pero si no volvieses corriendo a buscarme, me moriría de pena, porque TE AMO.


AMARTE ES...

Cuando  me doy cuenta que lo más bonito que me ha pasado es haberte y que me hayas amado.

I SÉ:

Que jamás hubiese conocido la felicidad si no me hubiese enamorado y también se que dentro de este enamoramiento he amado hasta alcanzar la locura.

También se que jamás comprenderemos el dolor hasta que no hayamos perdido el amor de la persona amada  

I CREO:

Que La vida sin amor, és como un mar sin agua,
Que La vida sin amor, és como un día sin el sol.
Que La vida sin amor, és como una noche sin estrellas

Y HE APRENDIDO QUE:

El amor de amar, no tiene color, ni olor
Que el amor de amar es el de las mariposas en el estómago,
el que a veces nos hace llorar.
El amor de amar, es el que nosotros sentimos, es el amor de verdad.
Y este amor no tiene un final, ni triste ni feliz.

Porque simplemente nuestro amor no tiene fin.